Tras el rastro de una narcopista secreta en el Chaco paraguayo

Reportaje

Un equipo periodístico viajó a través del remoto y extremo Chaco paraguayo para encontrar pistas ilegales de aterrizaje donde operan aviones que transportan cocaína.

Banner: Sandino Flecha & Elisa Marecos

Por

Aldo Benitez
OCCRP
7 de julio de 2025

Es una mañana de junio, inusualmente cálida, y hace ya varias horas que estamos conduciendo a través del Chaco: un vasto y extremo bosque en el norte de Paraguay. Las carreteras de tierra son sinuosas, polvorientas y lo suficientemente estrechas como para que en algunos tramos las ramas de los árboles rasguñen las ventanas de nuestras dos camionetas. No hay rastro alguno de vida humana desde que salimos al amanecer. Sólo barro, árboles y cielo. Toda la inmensidad del Chaco se extiende ante nosotros.

Tras varias horas, nuestra pequeña comitiva se topa con un par de zapatos y algunas botellas vacías desechadas a los costados de la carretera —señales de que posiblemente nos acercamos al objetivo—. Seguimos solo un kilómetro más y nos encontramos con un campamento improvisado con troncos bajo un delgado techo de chapa. Una motocicleta está estacionada con las llaves puestas, lista para arrancar.

“Se nota que nunca dejaron de operar acá”, nos dice, en guaraní nuestro guía Gaspar.

Gaspar, quien creció en el Chaco y conoce su terreno árido tanto como a la palma de su mano, viaja con dos compañeros casi inseparables: su sombrero y una vieja escopeta. Hace tiempo el arma servía para defender el ganado de los jaguares y pumas salvajes. Ahora, nosotros estamos alertas de especies más peligrosas: los traficantes de droga.

Poco después de pasar el campamento hechizo, nuestra jornada es truncada por troncos y ramas de árboles que parecen haber sido tiradas a lo largo de la carretera. Frustrados por el bloqueo, pusimos nuestro dron a volar.

Y, entonces, lo vemos: a unos 400 metros de donde estamos varados, una cicatriz café corta el verde profundo del bosque. Su tamaño —equivalente a unas 24 piscinas olímpicas— impresiona. Encontramos lo que buscábamos: una pista secreta de aterrizaje utilizada por el narcotráfico en el corazón del Chaco paraguayo.

Crédito: Sandino Flecha & Elisa Marecos

Una vista aérea de la pista, con la evidencia de quemas recientes en el área circundante.

Todo lo que vemos desde arriba nos sugiere que la pista sigue activa. Hay remanentes de incendios recientes que despejaron el camino para que las aeronaves aterricen, junto a marcas de llantas y varios caminos que conectan diferentes secciones de la pista.

Incluso Gaspar se sorprende. Señala que encontrar una de esas pistas remotas —particularmente una en activo— es raro.

“Estamos ante una situación única”, dice. 

“Una gran pista aérea”

Extendiéndose hasta Argentina y Bolivia, el Chaco es un importante foco de biodiversidad, hogar de un sinfín de especies de plantas, gatos monteses y especies vulnerables como el armadillo gigante. 

Pero el clima extremo de la región y su falta de agua la convierte en un entorno hostil para los humanos. Esa es una de las principales razones que atrae a los grupos criminales que buscan evadir los ojos del Estado mientras mueven grandes cantidades de cocaína entre las zonas de producción y los mercados de consumo. 

Nuestro equipo planeó la excursión al Chaco en junio de 2024, luego de que nos enteráramos que un terrateniente de la región advirtió a las autoridades sobre la existencia en su propiedad de pistas aéreas clandestinas usadas por narcotraficantes.

De acuerdo con la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay (Senad), las autoridades ubicaron y destruyeron unas 10 pistas de este tipo en el Chaco paraguayo entre 2017 y 2022. Y el tráfico aéreo es intenso: los investigadores sospechan que, sólo en una parte de la región, algunas pistas acogieron más de 900 vuelos en un año.

Para los traficantes de droga, este territorio poco poblado ofrece un cobijo de oscuridad total en las noches, además de cientos de kilómetros de tierras fronterizas con mínima seguridad. Y hasta febrero de este año, Paraguay era el único país en la región sin radares para detectar vuelos de baja altura que usan los traficantes.

Como resultado, los grupos del crimen organizado han utilizado el Chaco como una “gran pista de aterrizaje, un gran campamento o un gran depósito por la falta de tecnología”, indica Zully Rolón, exministra de la Senad.

Satellite images showing the emergence of the airstrip seen by reporters between 2020 (left) and 2024 (right).Imágenes satelitales muestran la aparición de la pista de aterrizaje detectada por los periodistas entre 2020 y 2024. (Credit: AirbusCNES/Airbus/Google Earth)

La porción paraguaya del Chaco también seduce a los traficantes por su ubicación estratégica.

En un reporte enviado a la Fiscalía en 2022, la Unidad de Inteligencia del Senad describió cómo diferentes operaciones criminales internacionales usaron el bosque como una “vía segura” para la cocaína. Muchos de los vuelos provienen de la vecina Bolivia, el tercer productor mundial de cocaína con más de 30 mil hectáreas de plantaciones activas.

Las aeronaves aterrizan en las pistas equipadas con sistemas improvisados de iluminación para los vuelos nocturnos, descargan las drogas, llenan los tanques de combustible y despegan.

Desde ahí, la cocaína es usualmente transportada en avión o por tierra en dos direcciones. La primera ruta va al sureste a Canindeyú, una región de Paraguay que comparte unos 200 kilómetros de frontera seca con Brasil, al mismo tiempo uno de los principales consumidores de cocaína y uno de los grandes exportadores de droga a Europa.

El segundo trayecto se adentra al sur, hacia puertos sobre el río de Paraguay a las afueras de la capital Asunción, que conectan con el Atlántico. De acuerdo con la agencia antidrogas de las Naciones Unidas, esta ruta fluvial recientemente se convirtió en uno de los mayores puntos de envío de cocaína hacia los mercados europeos.

Crédito: James O'Brian/OCCRP

Investigaciones de autoridades de la región indican que las pistas en el Chaco paraguayo han sido usadas por varios cárteles importantes. Por ejemplo, un reporte de 2022 de la Policía Federal brasileña acusaba al fugitivo Antonio Joaquín Mota, presunto líder de la mafia brasileña conocido como “Tonho”, de servirse de una pista cerca de la frontera con Bolivia como parte de las operaciones de su cartel.

Una investigación de la fiscalía paraguaya también aseguraba que Sebastián Marset, un fugitivo uruguayo en la lista de los más buscados de Estados Unidos, usó una pista clandestina en el Cerro Cabrera —que está en medio de un área protegida en el Chaco paraguayo— para mover cientos de kilos de cocaína hacia Europa. 

Únicamente en el Cerro Cabrera, los investigadores sospechan que se realizaron cerca de 900 vuelos entre entre 2020 y 2021. Mientras Marset sigue en libertad, cinco paraguayos fueron detenidos en un operativo contra su grupo. 

Un senador del partido de gobierno que presuntamente prestó su avión privado a Marset también se enfrenta a un juicio por asociación ilícita y blanqueo de capitales.


Pistas cinco estrellas

La pista de aterrizaje que llamó nuestra atención, que medía mil 1180 metros de largo y 55 metros de ancho, había sido intervenida varios años antes por la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC, una grupo élite de seguridad del gobierno). En mayo de 2021, las autoridades dinamitaron el sitio después de que agentes descubrieron la pista y un galpón improvisado con 490 kilos de cocaína, equipo de iluminación, armas, combustible, generadores eléctricos y docenas de bidones.

Crédito: James O'Brian/OCCRP

La ubicación de la pista de aterrizaje en la región del Gran Chaco, que también se extiende hacia Bolivia y Argentina.

Sin embargo, cuando el año pasado observamos la franja desde arriba, todo indicaba que funcionaba de nuevo. Esto es común, de acuerdo con la exministra Rolón. Los traficantes arreglan rápidamente sus pistas o construyen nuevas después porque no hay capacidad operativa para hacer controles posteriores de rutina, dijo.

“Todas las destrucciones que se hagan son intrascendentes. Cuando uno destruye una pista por medio de explosivos, lo único que se hace es dejar de utilizarla por algunos días. Porque la pista sigue operando, no importa cuál haya sido el daño”, señaló.

Un piloto con experiencia operando aeronaves pequeñas, quien solicitó el anonimato por cuestiones de seguridad, describió la pista que nuestro equipo detectó como un sitio “cinco estrellas”. Resaltó el nivel del terreno e indicó que el sitio era suficientemente grande para aterrizar y despegar aviones pequeños o incluso medianos. Particularmente Cessnas, las aeronaves estadounidenses favoritas de los traficantes de drogas.

“Los Cessnas son tractores de aire. Pueden descender o despegar donde sea”, dijo.

La fábrica de taninos

El terreno donde se encuentra la pista de aterrizaje que visitó nuestro equipo tiene una historia única. Pertenece a una gran extensión del Chaco que fue adquirida a finales del siglo XIX por un empresario argentino que fundó la primera fábrica de extracción de taninos en el continente a partir de los imponentes árboles quebrachos de la región.

Durante décadas, la pequeña población local trabajó como en tiempos feudales bajo el estricto control de la empresa, que oficialmente cesó sus operaciones a mediados de la década de 1990.

Desde entonces se dividió su territorio y cerca de un décimo fue vendido en el 2000 a la Iglesia de la Unificación: una religión también conocida como la secta Moon que se originó en Corea del Sur.

El año pasado, una empresa que posee una porción de la tierra y lleva a cabo proyectos de reforestación, presentó quejas al Ministerio Público por la presencia de cerca de 10 pistas clandestinas y facilidades para el tráfico de drogas en su propiedad, similares a la que nuestro equipo visitó. Pero la firma, Atenil S.A., dijo que sólo recibió respuesta de las autoridades por una de ellas. El Ministerio Público no respondió a nuestras solicitudes de comentarios.

“Mejor no hablar”

A pesar del clima castigador, el Chaco alberga actividad humana incluyendo pueblos indígenas como los Ayoreo Totobiegosode, los Nivaclé y los Yshir. Los defensores de estas comunidades indígenas señalan que un pequeño grupo de Ayoreos continúan viviendo en aislamiento total en la selva densa.

Crédito: Sandino Flecha & Elisa Marecos

Mujeres de la comunidad indígena Ayoreo en Boquerón, Paraguay.

Ganaderos y comunidades religiosas menonitas, que huyeron de Europa hace un siglo, también se establecieron en la región.

A nuestro regreso, nuestro guía Gaspar nos explicó que tomamos una ruta más larga porque el capataz de una estancia no nos autorizó pasar a través de su propiedad. Existía una razón para su rechazo.

Meses antes de nuestra visita, un grupo de hombres armados y uniformados, se tomaron la estancia y afirmaron buscar grupos de narcotraficantes, recordó Gaspar.  Golpearon brutalmente al capataz y aterrorizaron a su familia. Desde entonces, el paso a propios y extraños quedó bloqueado y se instaló el miedo, por más que se trate de caras conocidas. 

De aquel incidente no hubo registros, ni siquiera denuncia. Nadie habló de ello a las autoridades.

“Acá la gente no acostumbra a denunciar nada, y menos cuando aprendimos en estos últimos años que de estas cosas es mejor ni hablar”, sentenció Gaspar.

NOTA: Al día de hoy, a casi un año de nuestra visita, no es claro si la pista de aterrizaje que vimos sigue operando. Imágenes satelitales obtenidas por OCCRP muestran que ha crecido nueva vegetación junto a la pista, lo que podría sugerir que no está en uso activo. 

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